Joyerías

Mi tienda preferida

A Sandra le encantaban las pulseras. Cada vez que le sobraba un poco de dinero, iba a su tienda favorita de pulseras vigo y se compraba algo especial. Siempre se emocionaba mucho cuando la dependienta abría las vitrinas llenas de joyas preciosas.

 

El tendero, Miguel, era un hombre mayor que llevaba muchos años regentando la tienda. Conocía bien a Sandra y a menudo le aconsejaba sobre las piezas que mejor se adaptaban al tamaño de su muñeca y a su estilo. También le daba consejos sobre cómo cuidarlas correctamente para que le duraran el mayor tiempo posible.

 

Un día, mientras curioseaba por la tienda, Sandra vio una pulsera única escondida en un rincón de una vitrina que le llamó la atención. Preguntó a Miguel por ella y él le dijo que la había hecho su nieta, que vivía cerca, en otra ciudad, con su familia, pero que seguía visitándole de vez en cuando. Sandra se enamoró de esta intrincada pieza de arte y decidió que la quería más que cualquier otra cosa de la tienda

 

Miguel se ofreció a dársela a Sandra sin coste alguno porque, según dijo, le recordaba a su querida nieta cada vez que la miraba, un recuerdo de su estrecho vínculo a pesar de que ya no se veían mucho debido a la distancia que les separaba tanto geográfica como emocionalmente, ya que habían crecido juntos durante todos estos años y ahora, tristemente, también a veces…

 

Después de agradecer profusamente a Miguel por tan increíble regalo, Sandra se dirigió a casa llevando con orgullo esa misma pulsera alrededor de su muñeca desde entonces, siempre apreciando su belleza junto con esos gratos recuerdos compartidos entre dos espíritus afines conectados a través de diferentes generaciones que duran vidas ahora también, afortunadamente, para siempre.