Clinicas

¿Puedo tratar el acné en mi hijo adolescente?

No solo puedes tratar el acné de tu hijo adolescente, sino que deberías de hacerlo para evitar que vaya a más o que la piel quede marcada de cicatrice. Pero lo que tienes que hacer es ofrecerle a tu hijo la posibilidad de realizar tratamientos acne serios y con todas las garantías y, para ello, el primer paso es pasar por la consulta de un dermatólogo especializado.

Es importante que sea el médico el que vea la piel de tu hijo y le dé un tratamiento personalizado pensado exclusivamente para él. Porque los tratamientos de otras personas pueden ser muy buenos para ellos, pero podrían no ser los apropiados para tu hijo, que tal vez tenga la piel más sensible o más grasa que la otra persona.

Por supuesto, hay que huir de los remedios caseros porque en muchos casos no tienen absolutamente ningún fundamento y no solo no van a ayudar a tu hijo, sino que pueden empeorar las cosas al infectar los granos y hacer que se queden marcas que van a estar en la piel para el resto de la vida del chico.

El médico hará un estudio de la piel del muchacho o de la muchacha y le dará consejos sobre cómo tiene que tratar la piel. A continuación, le recetará el medicamento más adecuado para su caso y le explicará cómo aplicarlo. Cada vez hay tratamientos mejores y más novedosos que ofrecen soluciones más rápidas. Pero hay que tener en cuenta que el acné a veces no es posible hacerlo desaparecer, pero sí controlar los brotes para que no sean tan agresivos y para que no haya infecciones que lo empeoren.

Es muy importante que el adolescente no vaya al médico con falsas perspectivas de que saldrá de la consulta con una fórmula mágica que hará que los granos desaparezcan. Pero sí que sea consciente de que está en su mano hacer bien los tratamientos para que todo mejore. Además, al evitar las infecciones y las cicatrices, evitará tener que hacerse en el futuro costosos tratamientos para mitigar estos daños.

El acné debe de tratarse como cualquier otro problema de salud que se sufra, evitando caer en mitos, leyendas o magufadas que prometan curaciones milagrosas por consumir un producto determinado o, lo que es peor, por comprar algo sin garantías que no sabemos qué contiene ni de dónde viene.