Hay muchos tipos de calvicie, como la androgénica, la fibrosante y la cicatricial. La mayoría de las formas de alopecia disponen de tratamientos que pueden ayudar a frenar la progresión de la caída del cabello o incluso a restablecer su crecimiento.
La alopecia androgénica, o calvicie común, es con mucho la forma más frecuente. Afecta a la mitad de los hombres y a 1 de cada 10 mujeres. Aunque su origen es genético y se atribuye a una mezcla de genes heredados de varios antepasados, hay ciertos medicamentos y terapias que pueden ayudar a minimizar sus consecuencias.
La alopecia areata, o calvicie focal localizada, es una enfermedad que afecta a muchas personas. Se manifiesta como zonas de la cabeza en las que se ha perdido el pelo en regiones aisladas. Se debe a enfermedades como la artritis o la diabetes, por lo que este tipo de calvicie suele ser temporal.
La subclase de alopecia areata conocida como alopecia universal es más agresiva y avanzada. En esta forma, los anticuerpos atacan los propios folículos pilosos de la persona, lo que provoca la pérdida de pelo en zonas como las cejas, la barba y la región púbica, y no sólo en la cabeza.
La alopecia difusa es una forma de pérdida de cabello en la que el folículo piloso disminuye gradualmente su densidad. Las personas que padecen este tipo de alopecia tienen la sensación de estar perdiendo pelo, a pesar de que éste sólo se está debilitando y volviéndose más poroso, seco y fino. Este tipo de alopecia es reversible.
Al contrario que la primera, la alopecia cicatricial es irreversible, a excepción de la terapia de trasplante capilar, que sólo es viable en determinadas situaciones. Los afectados han sufrido un traumatismo craneal que ha provocado el deterioro de los folículos pilosos asociados al crecimiento del cabello.
en última instancia, la alopecia fibrosante se caracteriza por la pérdida de cabello en la línea capilar frontal. Esto significa que el inicio del cabello se retrasa y se localiza en la frente.